Escribo

Península  horizonte  inmensidad   sonidos  tanto cielo franco ritual que profundo es todo copular ecos tanto mar distancias  migraciones  ciertas palabras nadar tanta magia  voy a volver a vos... [nosotros] cetáceos altas olas orillas    viento y sal fundirnos sin  fin.

En los intersticios en los no lugares en esos rincones que solemos habitar y no circula el aire; y se bifurca libre en múltiples dimensiones siendo continente y contenido sabe de secretos macabros de ecos de risas de vientos acompañó la caída libre de objetos extraños sabe de ese café caliente y amargo del placer de caminar descalzos recorrió también un río manso esa tarde de verano se deslizó por las calles de tu barrio vivió amores y desengaños supo ver el brote de una lágrima y esperar paciente que se evaporara; también conoce cada partícula humana nos entiende sin juzgarnos. Sucede que lo ignoramos casi siempre,  y no lo percibimos importante... [Por eso, es necesario]  parar un instante inhalar y exhalar las consecuencias ¡Respirar! Profundo Y seguír a conciencia cada paso.

Digo que puedo florecer pétalos amarillos diminutos en múltiples fractales. Algunos días puedo ser más relativa y también sufrir una embestida de otra realidad que se marchita; sacándose los lentes raros... para ni siquiera ver lo que va hacer contándose la venas. ¿Cómo puedo florecer un jueves, si el lunes no vi marchita tanta pena? Indagó hasta marearme en un esfuerzo continuo y sistemático por dar soluciones siempre perfectibles nunca perfectas. Y sigo sin comprender ¿cuáles son los motivos, de que alguien quiera marcharse? Debo florecer entonces porqué giró la ruleta y le dio a ella, otra oportunidad para sanar esas heridas, las internas. Deberá surcirlas. Puedo florecer exaltar en colores y olores pabilos y néctar. Trato de fijar propósitos y estar más alerta sabiendo entender miradas desoladas que seguramente piden ayuda [hace días] muy cerca.