Aldo

  27 de noviembre de 2016, en un pueblo del norte, camino de ripio

El patrón viajó ayer a la ciudad me dejó la casa para que cuide.
Me llamo Aldo vivo aquí en el pueblo desde que mi mamá se volvió a casar, me junté con Nancy pero no nos entendimos y me dejó; tenemos un hijo que va a quinto grado  se llama Fernando, se fue con ella y  lo veo de vez en cuando.
Tengo en una casita solo y estoy tranquilo, trabajo bastante, tengo una moto que me gane trabajando.
 Aquí cosas para hacer no faltan, trabajar con las máquinas, traer madera, cuidar, cocinar ayudar a Don Pedro.
 Don Pedro está solo, su señora vive en la ciudad viene de vez en cuando, sus hijos nunca.
El patrón antes de irse me dejó las llaves de todo, la casa y la camioneta, tenemos que terminar un pedido y bajar el tacho de gasoil.
Siempre con los vagos del pueblo nos juntamos a tomar y escuchar música, anoche nos juntamos. Aveces  tomamos cerveza, otras tinto solo, con soda o gaseosa.
 Son las siete de la tarde todo está tranquilo, mis compañeros se fueron a las seis. La casa está cerrada, revisé las puertas, le di alimento a los animales, maíz a los chanchos, regué, vi televisión  en la sala, tome gaseosa y dejé las luces prendidas, volví a mi casa, dormí un rato.
 Hace mucho calor, los changos van llegando a lo de Chicho. Ayer me pagaron por suerte. Víctor pasó diciendo que vuelve en un rato, Beto trae una damajuana, Chicho sacó el parlante, se puso bueno. Todos cuentan algo de sus vidas, algo del pueblo, algo de La Misión, algo de la pesca, algo del último temporal, algo de la madera, algo de don Pedro y algo de la camioneta.
El tiempo se resume en los que vivimos intensamente como que pasa muy lento y muy rápido. Con Chicho tenemos que ir a La Misión,  tengo las llaves de la chata, nadie se va a dar cuenta. Nos vamos a llevar a Beto que esta desde anoche, es una gauchada  por que él trajo el vino y nos reímos mucho.
 Qué lindo que se siente andar así, aceleras y vas volando.
Beto esta fisurado, nos invita a  quedarnos un rato y seguir festejando o ver el partido, pero tenemos que volver, antes que sea más tarde.
  Mientras manejo pienso: -¿cuándo tendré una camioneta?, para buscar a mi hijo, pasear por el pueblo, que lindo se siente acelerar.
 Lo escucho a Chicho decir:- que baje un cambio, que voy muy rápido
-falta poco, le digo.
En ese instante muerdo la banquina y es una batalla contra el tiempo, la tragedia, lo impensado, lo prohibido, el destino, causa y efecto, creo que deliro y pienso en mi hijo, en el patrón que se va enojar intentando entender ¿por qué?, mi mamá es una mujer fuerte, va a llorar por dentro, pienso en mis amigos, anoche, la Nancy, las fiestas, la moto, tengo 30 años y  no la puedo dominar, volcamos en el ripio a dos kilómetros del pueblo. Se salva Chicho.

Imagen tomada de internet

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