La colmena
Entrar a la colmena fue muy fácil gracias a una de las
obreras, pase la entrevista y a los dos días tenía las llaves para entrar.
El negocio de la miel tiene sus matices, se necesitan
insumos de las flores, controles de calidad, capacitación, que nunca me dieron.
Pero gracias a mi compañera fui aprendiendo.
Entre todas fuimos construyendo el panal desde la cubierta
al interior y desde arriba hacia abajo. La pared central creo el suelo del
panal y desde ahí crecía hacia ambos lados, cada vez más celdas hexagonales
perfectas.
Al principio las tareas eran múltiples y desordenadas pero
luego todo fue tomando otro rumbo
El primer deber era limpiar las celdas, luego alimentar y
ventilar, siempre se debe mantener una temperatura óptima.
Toda la colmena fue tomando una misma dirección, porque cada
abeja en sí misma es una fábrica de cera.
La miel al principio desconocida, adquirió cierto renombre.
Solían decir que era un manjar, además
tenía la viscosidad justa, un aroma envolvente y un color pardo.
Pero una colmena no solo se construye con miel, si no con el
trabajo armonioso de cada una de sus obreras.
En toda colmena hay estratos sociales; esta la realeza, en
este caso la abeja reina vivía ocupada, de aquí para allá, en altas
disertaciones. Proyectos fuera de la colmena, tenía sueños inconclusos y algo descabellados, propio de la realeza.
Dentro de la corte estaba el zángano, un personaje lleno de
pomposidad, ambiguo y bufonesco.
La característica de un zángano aparte de sus grandes ojos,
es que no tiene aguijón y no produce miel. Su única función es proveer a la
reina lo que necesite.
A medida que fue pasando el tiempo la reina delego sus
tareas al zángano.
El zángano creía que sus obreras debían redoblar esfuerzos, que debían
ajustarse a las reglas, sin atribuciones. Decía que la colmena funcionaria de
maravillas si ellas no pensaban, si hacían exactamente lo que él decía, se
produciría tanta miel y a causa del el derrame todos tendíamos un buen
provecho.
Pero para aplicar su teoría comenzó a tener actitudes
mezquinas, a confrontar a las obreras, “divide y reinaras”.
Poco a poco el ambiente cálido de la colmena se fue
quebrando, a causa de los gritos, las intrigas, las especulaciones y la falta
de coherencia.
Una de las obreras
sufrió penalización y cese de tareas, otra debía obedecer sin objetar nada porque necesitaba llevar
miel a su casa, otra obrera más contestataria sufrió sanciones.
El zángano no tenía escrúpulos e instauro un plan macabro,
para cansar a las obreras, desarticular su fe, su moral, su instinto
productivo.
Un día las obreras cansadas de tanto maltrato y manoseo
decidieron realizar una huelga, hicieron cese de tareas, pusieron carteles,
llamaron a los medios para informar las condiciones de trabajo.
La reina bajo de su estrado a poner las cosas en su lugar,
pero el zángano la persuadió.
Se realizaron falsas promesas, reuniones llenas de ideas y
cambios que nunca se llevaron a cabo. Con el correr de los meses las cosas en
el panal se pusieron peor.
A una de las obreras la mandaron a trabajar con los zánganos
y las que quedaron sufrieron las consecuencias de más y más tareas.
Nuevamente cansadas las obreras decidieron organizarse,
descubrieron el potencial de sus mandíbulas, de sus alas y de la unión. Entre
ella se creó una gran amistad.
Ya sabían cómo trabajar, ya habían aprendido cada función de
la colmena. Entonces formaron una cooperativa.
Gracias a un recurso
de amparo pudieron llevar adelante la colmena y producir tanta miel que no solo
pagaron las deudas a los proveedores si no que pudieron ingresar más operarias.
El negocio de la miel fue tan fructífero que comenzaron a exportar, miel y
derivados, hasta lanzaron una línea de belleza para el cuidado de la piel.
Estas obreras lograron crecer gracias a su gran vocación por
él trabajo y al respeto de unas y otras. Ellas que dejaron atrás
individualidades y tuvieron esa
convicción del trabajo en equipo.
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imagen tomada de internet |
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