Torresal


   Seis de la mañana es domingo y todos duermen, entonces puedo deambular por la casa y me voy corriendo hasta el lavadero, abro la puerta de un mundo en penumbras, no llego a la perilla de la luz así que de un salto magistral subo a unos panes de sal. (Los panes suelen venderlos para los animales y están desde que tengo memoria en ese rincón).
De repente todo está en orden, un mundo cristalizado solo mío, pero quiero llegar al fondo, por las dudas, las almas y los gatos corro con todas mis fuerzas; otra vez una puerta celeste, otra lámpara y un pasador que abro sin problemas.
Otra luz se enciende y  puedo ver cada cosa en su lugar, voy hasta el molino subo por atrás, ahí van a depositar la sal gruesa y el iodo y se llenarán más la bateas. Ahora están a medias y en un orden ya pautado: sal fina, sal entrefina, sal gruesa, mesas para empaquetar  y sellar las bolsas plásticas, balanzas, todo está en su sitio, todo con su respectivo olor, quizás en un perfecto estado de equilibrio con el cosmos.
 Que no se alteren en mi memoria ni en mi relato, los días venideros, el final el ocaso la venta y posterior muerte del molino.  


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