La finca

Sonó el teléfono, se confirmaba el campamento, para el día sábado.

La finca estaba a las afueras de la ciudad y en esa época todo quedaba lejos.
Entonces era necesario hacer una lista de lo esencial. Porque una vez allá, no podíamos volver.

Armé una mochila con abrigo, un short, malla, cepillo de dientes, medias.
Bolsa de dormir y frazadas seguro tenía la tía, pero la abuela insistió con llevar unas mantas viejas, por si hacía frío. Mamá preparó: sándwiches, galletas, jugos en sobre, leche y gaseosa.

La finca tenía una casita con un lavadero al lado, al frente estaba el quincho donde festejamos algunas navidades, tenía un arbol de paraiso, atrás había un lugar donde se guardaban todas las cosas, le seguía una casita para niños de cemento que se apoyaba sobre un galpón gigante, donde estaba Felisa una Puma chiquita.
Hacia un lado estaban los corrales de las corzuelas y el gallinero, donde podíamos juntar huevos frescos. Atrás al final estaban los chanchos y las cabras.
Esas cabras se subían arriba de los chanchos y salían del corral a comerse los arbolitos de eucaliptus, tenían dos o tres caballos, que estaba a la vuelta en otros corrales.
Llegamos a la finca mis hermanos, mis primas, María, los Diez que eran en esa época como ocho hermanos, y un par de hijos de otros amigos, éramos una banda. Más tarde nos dividieron, las chicas van dormir al lavadero (para que tengan cerca el baño) así que ahí pueden armar sus camas ; los chicos en carpas.
Al ser tantos, nos peleábamos, nos reímos mucho, cantamos y cenamos, también hicimos una competencia de sapo, cuando llegó la noche, comenzamos a extrañar nuestras casas pero estábamos ahí y teníamos que dormir. Al principio nos comenzamos hacer bromas, alguno tiraba una piedra o un palo, otro gritaba y salía corriendo, entonces decidimos montar guardia. Mujeres contra varones. Así pasaron las horas y después los pochoclos y las anécdotas. Y alguna que otra leyenda nos fuimos a dormir. A la media hora no volaba una mosca. O bueno eso pensamos. Primero fue un zorro y Soly ladraba mucho, después unos sapos que estaban en la huerta de al lado. Cuando de golpe se sintió un ruido raro, extraño tanto que no llegábamos a entender, como una correa, o un motor. Y una despertó a otra y lo mismo pasó con los chicos, alguno lloraba. Nosotras creímos que eran los chicos, entonces agarramos las zapatillas, un buzo y la única linterna a mano y salimos a explorar cerca de los autos, detrás de las dalias, y no había nada. Nos fuimos guiando por el sonido y nos alejamos. Hasta que llegamos casi a la tranquera (cosa que estaba prohibida) nos asustamos y corrimos al fondo. Mucho más atrás. Los pobres animales se asustaron y comenzaron a llamar la atención: las cabras meeeee y los chanchos resoplaban pensando que les llevábamos comida o desperdicio (que solían ser restos de verduras o frutas que ellos devoraban).
Como el ruido persistía decidimos subir un poco la loma, a esa altura éramos casi todos los chicos, con dos linternas. Tratábamos de callarnos pero era imposible la verdad.
Subimos un pocos más pensando que era algún animal, o algo raro y terrible.
Fue la sorpresa al darnos cuenta que era el cuidador que estaba intentando prender el generador. Pero más terrible fue escuchar a tío diciendo
-que hacíamos todos despiertos, que ya era hora de dormir.
Todos volvimos corriendo asustados. A la mañana siguiente nos reímos de todas las intrigas, tomamos un desayuno que preparó la tía. Más tarde fueron llegando nuestros papás y la cosa siguió con asado y ensaladas. Nosotros felices disfrutando.
Esa noche antes de volver a nuestras casas; mirando las estrellas que parecían más brillantes que nunca, la abuela nos mostró el Lucero del Alba, la Cruz del Sur y las tres Marías.

"Campamento anual de chicos y chicas" (de chiques)
Lugar: La finca
Año: Alguno estrellado 

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