Huérfanos

   Cuando Berta murió, después del triste velorio y del tedioso entierro, las ominosas promesas que entre llantos se dijeron, quedaron truncas.
Fue cuando por fin, todas las cosas volvieron a ser como antes “sin ella” pero como antes.
Los grandes, los mayores, los que saben algo de la vida, se repartieron sus pocas cosas. Se llevaron sus fotos, su caja de música, su traje gris, su tocado de novia, los recuerdos que guardaba de los niños se perdieron, donaron sus ropas y también repartieron a sus hijos.
El mayor quedo con su padre y los más chicos con los abuelos.
Suele suceder que el destino para unos es benévolo y para otros es siniestro. Un año después de la convalecencia y muerte de Berta y en lapso de unos meses, murieron los abuelos.
La pompa fúnebre que ausento al padre, persiguió a estos niños por el mundo entero.
Crecieron como pudieron. Para subsistir ellos anularon los recuerdos, borraron de sus mentes las fechas, se olvidaron primero de su olor siempre a flores frescas, del brillo de su cabello, luego confundieron el color de sus ojos con dos luceros.
Tantas noches la  lloraron; que gastaron  hasta sus últimas lágrimas, le imploraron que vuelva o que los lleve, pero nada pudieron hacer. Un día olvidaron su voz, también el último beso. De sus papilas se anuló el sabor a leche tibia que salió de su pecho, un tiempo después olvidaron la canción que ella tarareaba para que durmieran y las risas que les causaba pasear por el pueblo. Borraron de repente la infancia toda, se hicieron grandes, algo tristes y melancólicos, huérfanos.
Evitaron concurrir a cualquier sepelio. Aborrecieron por el resto de sus días el olor a velas, fósforos y flores rancias.

El otro día alguien les preguntó a estos adultos por Berta y descubrieron que ella, ya no estaba en sus recuerdos.
imagen tomada de internet

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares