Sonó el teléfono, se confirmaba el campamento, para el día sábado. La finca estaba a las afueras de la ciudad y en esa época todo quedaba lejos. Entonces era necesario hacer una lista de lo esencial. Porque una vez allá, no podíamos volver. Armé una mochila con abrigo, un short, malla, cepillo de dientes, medias. Bolsa de dormir y frazadas seguro tenía la tía, pero la abuela insistió con llevar unas mantas viejas, por si hacía frío. Mamá preparó: sándwiches, galletas, jugos en sobre, leche y gaseosa. La finca tenía una casita con un lavadero al lado, al frente estaba el quincho donde festejamos algunas navidades, tenía un arbol de paraiso, atrás había un lugar donde se guardaban todas las cosas, le seguía una casita para niños de cemento que se apoyaba sobre un galpón gigante, donde estaba Felisa una Puma chiquita. Hacia un lado estaban los corrales de las corzuelas y el gallinero, donde podíamos juntar huevos frescos. Atrás al final estaban los chanchos y las cabras. Esa...