Mucha gente nace con el don de la palabra, con una facilidad de expresarse increíble, cuentan inigualables relatos, son políglotas, son desinhibidos, brillantes. Los admiro profundamente, más cuando discuten con fundamentos cada punto y coma. Yo no soy así, prefiero callarme cerrar la boca, pensar, sacar mis conclusiones, reverbero hasta encontrar una respuesta. Según cuentan hasta los dos años no emitía más que monosílabos, no decía palabra alguna, quizás las estaba soñando, quizás que una amiga de mi mamá se sentara conmigo en un parque a practicarlas cambió mi destino, ellas salieron sí, de a poco, pero otras tantas las escondí. A veces las sacaba, a los gritos con algunas canciones, en esos dúos con mi hermana, digamos que podía tararear canciones prestadas, solía copiar por todos los rincones frases, cuentos, citas. En una época escribía cuentos a mis hermanos y luego me regalaron un diario y así siguieron miles de agendas hasta inventé un alfabeto secreto. Me ins...